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El Custodio

Göbekli Tepe y El Hambre

12 Septiembre 2013 , Escrito por elcustodio Etiquetado en #Opinión

Opinión

Omar Carreón Abud

            En un promontorio de la sierra del sureste de Turquía, muy cerca de la frontera con Siria, en donde ahora se concentran grandes intereses militares y muchas tropas, se encontraron y se declararon oficialmente sitio arqueológico hace 50 años, unos vestigios a los que se les bautizó con el nombre en turco que queda escrito a la cabeza de este trabajo y que significa “Colina Panzuda”. Se trata de una construcción en piedra que consta de varios círculos concéntricos que se hallaban ocultos precisamente en la cima de esa colina y su extraordinaria importancia consiste en que son las construcciones más antiguas jamás descubiertas en todo el mundo: se calcula que el complejo fue levantado unos 10,000 años antes de Cristo, como mínimo, es decir, hace unos 12 mil años, 7 mil años antes que la composición rocosa de Stonehenge en Inglaterra. Hasta ahora, sólo se han excavado cuatro círculos de 20 de los que se supone consta el sitio, cada uno de ellos tiene unos 30 metros de diámetro, hay pilares en forma de T y dos columnas de cinco metros de altura que sobresalen sobre el resto. Sorprendentemente, las piedras están grabadas con zorros, jabalíes, leones, pájaros, serpientes y escorpiones, nada que se le parezca a una planta o a un animal domesticados.

            Los investigadores coinciden en que se trata de una construcción levantada por cazadores y recolectores de una época anterior a la invención de la agricultura y con ella de la vida sedentaria. Se sabe que fue la agricultura, el gran progreso de las fuerzas productivas (cultivo, cultura, palabras cercanas), lo que destruyó la primitiva vida en común en la que todo se compartía, en la que, por tanto, no existía la propiedad privada de la tierra, principal medio de producción en ese tiempo. Los cazadores y recolectores necesitaban todo el mundo para recolectar plantas y apoderarse de cadáveres frescos, cazar ocasionalmente y, usando su gran capacidad de caminata y carrera gracias a su formidable sistema de enfriamiento a través del sudor, la persecución de las manadas para una caza sistemática; esos primitivos, requerían, por tanto, de todo el espacio, de toda la naturaleza al alcance, no había, no podía haber cercos ni fronteras, no se concebía ni existía la propiedad privada de la tierra. La agricultura, por su lado, la parcela originaria, era una extensión necesariamente limitada por las labores de cultivo, por el obligado acondicionamiento del terreno y, por tanto, susceptible de apropiación privada.

            Nuestros antepasados bajaron de los árboles, incursionaron en la sabana, se irguieron sobre sus extremidades posteriores, lo que les permitió ver más, oír más, tornarse imponentes a los ojos de sus enemigos carnívoros, transformar sus extremidades anteriores hasta el grado que somos el único mamífero capaz de arrojar con la fuerza y la precisión que podemos hacerlo y, sobre todo, permitió transformar su tórax y la posición de la cabeza para el desarrollo del cerebro. En la hominización tuvo una gran importancia esa capacidad de arrojar, pues, mientras el resto de los carnívoros cazadores tenían y tienen que hacer contacto directo con su presa para someterla con sus fauces, sus garras y su peso, el hombre podía cazar a distancia exponiéndose menos. Pero más que todas las cualidades físicas, a la cacería humana la volvió eficacísima el hecho de cazar en grupo, la acción colectiva concertada.

            Hay investigadores que sostienen que Göbekli Tepe es un templo, pero eso no ha podido demostrarse plenamente todavía. La idea que sí se va generalizando entre los científicos es que los constructores fueron uno o varios grupos de cazadores y recolectores. Fortalecen esa concepción los animales ahí representados en piedra que, como queda dicho, ninguno es doméstico ni estaba en proceso de domesticación, también el hecho de que no se haya encontrado ni siquiera un intento de representar a alguna planta domesticada o en proceso de domesticación y que el propio sitio se encuentre muy alejado del agua. ¿La comunidad primitiva construyendo edificios de esas dimensiones? Labrar rocas, transportarlas y acomodarlas no produce alimento, los que están ocupados en ello necesitan que otros produzcan alimento suficiente para ellos y proporcionen abrigo y protección, o sea que ¿ya en la comunidad primitiva pudo haberse producido un excedente económico de dimensiones tales que una parte de la comunidad –y no pequeña- podía ser destinada durante mucho tiempo a la construcción de esos imponentes testimonios? Göbekli Tepe parece decir que sí.

            No debe pasarse por alto que estos antepasados nuestros compartían todo, recolectaban y cazaban en grupo. Nadie podía alejarse solo del grupo, quizá ni a unos cuantos metros, nadie tampoco, menos aún, podía cazar un zorro, un ciervo o un bizonte sin la participación de la comunidad, la producción –si cabe la palabra- de alimento era colectiva. Y la producción de los seres humanos mismos también era colectiva, la fecundación lo era, el cuidado de las delicadísimas crías a las que había que atender y vigilar estrechamente durante 15, 16, 17 o más años, también lo era, eran los hijos de todos.

            Este modo de producción, con todas sus características pudo producir suficiente para todos para edificar Göbekli Tepe que ahí está para testimoniar ante el mundo entero. Ahora, en México, y con el modo de producción que ha creado la mayor riqueza que jamás haya sido creada en ninguna otra época de la historia, se supo apenas que el Nacional Monte de Piedad tuvo un aumento significativo en la cantidad de prendas empeñadas, un record histórico que llegará a 10 millones de empeños a finales de este año; pero la gente no empeña su televisor o su licuadora para comprar otro televisor u otra licuadora, la gran mayoría empeña para comer. Pero no es todo. Mis compañeros de Nayarit estuvieron en plantón poco más de dos meses en el centro de Tepic, la capital del estado (levantaron el plantón hace 10 días con la promesa del Secretario de Gobierno, José Trinidad Espinoza Vargas, de que habría soluciones y el señor no ha cumplido), ahí, pues, en ese plantón, los colonos, campesinos y estudiantes que estaban de guardia, hacían colectas diariamente y, como era de esperarse, encontraban una gran solidaridad del pueblo y los comerciantes de la zona y preparaban una sopa aguada, unos frijoles, algunas papas y tortillas. Lo que quiero compartir con mis lectores es lo siguiente: durante los días que duró el plantón, inusitadamente en este tipo de protestas, acudieron a pedir comida cerca de 20 personas diariamente –y la tuvieron, por supuesto-  la gran mayoría, dicen mis compañeros, no tenían aspecto de indigentes, eran simplemente hombres y mujeres con hambre que se acogían a la solidaridad de los antorchistas. Este encuentro estremecedor con el México real, el que no sabe de estadísticas ni cifras y ante las evidencias de Göbekli Tepe, hace que nos volvamos a preguntar ¿de verdad estamos en el mejor de los mundos posibles? 

 

Morelia, Mich., a 12 de septiembre de 2013

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